16.9.06

Me llamo Clara


Sus ojos se estrellaron con los míos, hubo como un relampagueo de unas milésimas de segundo, pero ambos nos dimos cuenta de la electricidad que generábamos, mas aún sabiéndolo seguí insistentemente mirando esos ojos que me llamaban desde el más allá.

El ruido se había apoderado de todo mi alrededor, pero mi corazón hacía mudo a todo ese ruido, con los latidos que se me iban a toda velocidad.

Entre la gente, con un ir y venir de cuerpos, un hueco me dejó verte entero, eras como el dios de la belleza griega, sigues siéndolo a pesar de los años. Tu me observabas con la mirada perdida entre mis ojos, mi pecho y mi pubis, como pidiéndome a gritos que me acercara, pero si ya lo hacía… se rompería el mágico momento, se rompería lo especial de aquel encuentro, por eso… solo quise mirarte unos segundos mas… cuando apareció Juan….

Hacía dos semanas que lo habíamos dejado, su olor todavía estaba en mi memoria, jamás pensé que me saludaría si me viera, pero ahí estaba, justo a tiempo para estropearme aquel momento, justo a tiempo, para que tus ojos dejaran de sonreír.

Un hola, dos besos, un qué tal, un bien, una conversación vana y sin recursos… y un cuanto te he echado de menos, fueron mas o menos todo lo que nos dijimos Juan y yo. Claro, yo pensando en que por favor se vaya pronto él y que tu no te hubieras ido todavía. Pero Juan se quedó, me invitó a una copa, que me hubiera apetecido rechazar, y que todavía hoy, no se por qué no lo hice.

La mirada de Juan no tenia brillo, de reojo la estuve comparando con la tuya…. Y solo la forma de los ojos, era totalmente diferente, sus ojos se curvaban hacia abajo, Juan tenia los ojos de tristeza, los tuyos eran pura alegría, hasta desde lo lejos. Todavía seguías ahí, esperando mi soledad. Los ojos de Juan habían perdido el brillo de la juventud, tu sin embargo ya no eras joven que digamos, pero el brillo y la vida se te escapaban por encima de las pestañas, uno de los rayos de ese brillo… me alcanzó.

Juan me hablaba de su nuevo trabajo, de su nuevo piso, de su nuevo coche, de su nuevo perro, sin embargo no alcancé a oírle decir nada de su nueva chica, ni de su nueva vida junto a nadie. Había sido traumático para mí, después de cuatro años de noviazgo mas dos de relaciones furtivas, el había decidido que yo no era lo que él quería y me había dejado. Yo simplemente me resigné, porque me había acostumbrado a que él tomara las decisiones y una más no me importó mucho. Ya no había amor. Hacía tiempo que nuestra llama se había apagado, ni siquiera hacíamos el amor muy a menudo. Yo en alguna ocasión había recurrido al amor furtivo que algún desconocido me había brindado sin complicaciones, y así iban pasando los años. Ya había visto el final…. Mucho antes de que acabara por romperse… por Juan.

Y en eso estaba pensando cuando Juan me propuso que nos fuéramos a su casita nueva, con su perro nuevo y en su coche nuevo.

-Voy un segundo al baño, Juan.

Camino del aseo, si es que se puede llamar así a un baño de un Púb. un sábado por la noche… pasé por tu lado y rozándote con toda la intención, te dije que me siguieras.

Tú ni siquiera abriste la boca, ni preguntaste por qué, ni a dónde. Me seguiste porque ya confiabas en mí, me seguiste porque habías visto en mis ojos el mismo brillo que yo había visto en los tuyos. El brillo del celo.

En el baño de chicas había cola, para no variar, tu mano apretó la mía con fuerza y me empujó hacia el de chicos que suele estar vacío.

Por fin mis ojos se habían encontrado cara a cara con los tuyos, por fin ese brillo era seguramente por mí, por fin tu mano tocaba mi cara, por fin….

Acercaste tu boca y nos besamos como dos animales traviesos, como dos fieras salvajes que recién despiertan del invierno, como si en ese beso se nos fuera la vida, y también el deseo. Las lenguas ardiendo, las manos nerviosas, apuradas, sedientas, hambrientas, apresuradas. Los cuerpos calientes de puro deseo, humedades, silencios traviesos y esquivos, eran… simplemente dos cuerpos.

Y allí mismo en ese baño que apestaba a orín de desconocidos y absurdos cigarros de otros, me subiste la falda y rasgaste las medias y en volandas me penetrastes como yo mejor no te lo hubiera pedido.

-Me llamo Ismael, me alegro de haberte conocido al fin…

Han pasado seis años, y hoy desde mi cama húmeda de sexo, recuerdo aquello como algo que vaticinaba lo que sería de nosotros. Pero si vuelvo atrás, al momento de oír tu nombre… jamás habría apostado ni diez céntimos por esta relación. Sin embargo… hoy miro tu silueta en la cama, y me siento feliz, porque en aquellos ojos que me miraron desde lo lejos, había un brillo, había un lucero, había un futuro escrito en ellos que yo no supe leer, pero que ahora ya entiendo.

Y me gustaría decirte, así, como hoy, desde el silencio, que hoy estoy preparada para decirte, no con palabras, cuánto te quiero.

Hoy después de seis años, sumergida en el más profundo de los deseos… el de ahora, el de antes, el de siempre…. Y ahora, después de estos seis años quisiera decirte:

- Me llamo Clara, me alegro de haberte conocido…. Por fin.

1 comentario:

  1. Anónimo11:04:00

    jejeje menudas narraciones, estás en plena forma. :)

    besitos

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