22.9.06

De mayor quiero ser mujer florero



Pasaba cogida del brazo por toda una vida como si no hubiera tenido oportunidad de pasar por otra cosa. Paseaba cogida del brazo de aquel hombre al que en principio creyó acreedor de todos sus anhelos, sus fantasías e incluso de sus sueños, pero que ahora la relegaba a pasear los domingos por las tardes; ella viendo escaparates de tiendas cerradas y él escuchando los partidos de fútbol, en una radio de bolsillo que celosamente guardaba por temor a que a ella no le gustara. Ella nunca fue capaz de decirle que odiaba el fútbol, que odiaba las tiendas cerradas y odiaba pasear los domingos.

Pasaba por la vida como si no fuera capaz de ofrecer otra cosa, con resignación, callada, con amargura interna, y con una pena clavada en el corazón.

Sus días monótonos, sus noches de insomnio al saber que aquellos brazos ya no la deseaban, y que ni siquiera la embriagaba ya el murmullo de su respiración mientras él dormía.

Pasaba por la vida sin dejar huella, sin decir una voz mas alta que otra, sin ni siquiera haber sido escuchada por la vecina de arriba en una discusión subida de todo. Pasaba por la vida sin dejar constancia en nadie de que había existido.

Dos hijos, varones, que pronto abandonaron el lecho familiar para ir a buscar sus propias aventuras y sueños malogrados. Un perro que se murió de moquillo unas vacaciones que lo llevaron al pueblo y del que nunca regresó. Y un pájaro. Un canario que era el único que todavía en las mañanas lograba arrancarle una sonrisa. Le gustaba imaginar que alguien le daba los buenos días sonriendo.

Mirando hacia atrás se dio cuenta de la colección de trapitos de ganchillo que había dejado de herencia…pero ¿a quién?…. También se dio cuenta que ahora no tenía a su mejor amiga para contarle sus preocupaciones y sus frustraciones. Mari Pili siempre estuvo ahí, aunque solo fuera al lado del teléfono, pero un buen día se le fue de entre las manos para irse…. ¿al más allá?

Estoy sola –pensó. Y era cierto.

Sabía que pasaba por la vida como si tal cosa, como si en esa casa, con los años se hubiera convertido en un complemento más de la decoración, pero de los modernos, de los que tienen todo listo a la hora justa, y la comida servida cuando llegan las horas… y se le escapó una lágrima que nadie vería.

Era curioso, porque mientras lloraba, en la radio, volvía a sonar esa maldita canción que se titulaba:”De mayor quiero ser mujer florero”, y esta vez ella sonrió.

Poco antes del mediodía, con la ilusión sumada al valor de hacer una vieja maleta con cuatro trapos mal colocados, salió por la puerta que tantos años la había tenido encerrada. Ni siquiera se dio la vuelta para decir adiós. No se llevó ni uno solo de los trapitos que con esmero había dejado por herencia, no se llevó ni una foto que la hiciera recordar…

Porque a la edad de 55 años… solo quería empezar a vivir, con ilusión.

Sí, estaría sola… a partir de ahora tal vez estaría sola, pero no menos de lo que llevaba durante sus 30 años de casada.

Y con ese convencimiento salió a la calle, miró al cielo, le guiñó un ojo a su querida Mari Pili, y comenzó a andar con la esperanza impregnada en el alma.

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